I - INANNA HABLA
Yo, Inanna, soy tan amada.
De muchas maneras, soy el amor per se.
Nosotros como Pleyadianos siempre hemos sabido que el amor es la esencia de la creación. Todo lo que hemos sido siempre es amor; amor a la aventura, amor al poder y amor a la diversión. Esta es la historia de mi familia, la familia de Anu, quien llegó a su planeta desde las Pléyades hace más de 500,000 años terrestres.
Y, como verán, nuestra historia es también su historia, porque en nuestros laboratorios, mi familia creó su especie tal como existe ahora. Nunca fuimos realmente superiores a ustedes, simplemente mucho más experimentados. Mi familia había estado divirtiéndose en el universo mucho tiempo antes de que llegáramos a la Tierra. Ustedes fueron nuestro experimento genético en la periferia de esta galaxia.
Regresemos al comienzo. El tiempo es el campo de juego de los dioses y, ¿cuál tiempo usaremos? ¿El suyo o el nuestro?
En realidad el tiempo no existe, pero es útil porque si uno no marca límites, todo se fusiona. El pensamiento es proyectado hacia el espacio a través de las frecuencias infinitas de tiempo que son variables. Existe una multitud de frecuencias de tiempo, y el tiempo terrestre es muy diferente al tiempo que nosotros vivimos. Desde la perspectiva humana, pareciera que nosotros viviéramos para siempre, lo que nos facilita mucho el poder recrearnos con los habitantes de la Tierra.
Como creamos la raza humana en su forma actual sin activar del todo su ADN, nunca se nos ocurrió que podrían ser algo más que nuestros juguetes, o que podrían ejecutar tareas más complicadas que cocinar, limpiar o extraer oro. Teníamos a la Tierra por una operación minera remota. Empezamos a enseñarles a nuestros humanos y los llamamos Lulus.
Como disfrutábamos tanto del juego con los Lulus, nos apegamos mucho a ellos y empezamos a cruzarnos con ellos. Nos enamoramos de nuestra propia creación.
Mas no podíamos dejar de pelear entre nosotros mismos. Los Lulus nos adoraban como a dioses, una práctica que fomentábamos, y los enviábamos a la batalla a luchar y morir por nosotros como peones en una partida de ajedrez. Ellos estaban más que dispuestos a enfrentarse a la muerte sólo para complacernos, y los veíamos como una fuente renovable, pues siempre podíamos crear más.
Luego cometimos el error de usar la Gran Arma Radioactiva, la Gandiva. Como resultado, ondas de radiación letal fluyeron hacia el sistema solar, hacia la galaxia, lo que llamó la atención del Consejo de la Federación Intergaláctica. Cuando se dieron cuenta de nuestro comportamiento imprudente, interfirieron. Ellos dirían "intervenir". Mi familia había estado tan ocupada luchando, compitiendo y jugando que se olvidó por completo del latoso Consejo. Después de todo, la Tierra era nuestra.
Los miembros del Consejo argumentaron que la Tierra había sido colonizada antes de que llegáramos nosotros, y que habíamos infringido la Ley del Primer Creador al poner en peligro otros mundos con nuestras maravillosas armas.
También nos acusaron de alterar las capacidades genéticas de la especie humana, despojándolos así de la habilidad para evolucionar. Nos acusaron de violar la Ley de No Interferencia. Enredados en medio de nuestros propios problemas, nos pareció que esto no era asunto de ellos. Nuestra familia, la familia de Anu, estaba en guerra, hermano contra hermano.
A nosotros, el Consejo de la Federación Intergaláctica nos importaba un bledo, hasta que nos vimos rodeados de la Pared. No era una pared real, como una de ladrillo; ésta era una pared de frecuencia invisible y, por consiguiente, para nosotros todo empezó a cambiar. La magia desapareció por completo de nuestras vidas; ya no había chispa, no había acción. La vida se volvió demasiado sólida y densa, dejó de circular. La Diosa de la Sabiduría estaba a punto de enseñarnos algo que habíamos olvidado, o que quizás ni siquiera habíamos empezado a aprender todavía.
Al principio el aburrimiento nos confundió, pues no lo habíamos experimentado antes, y no nos gustó. Nos tornamos irascibles, casi humanos, lo que verdaderamente no nos gustaba.
Eternamente habíamos estado expandiéndonos y explorando el universo, creando con facilidad, divirtiéndonos. Nuestras vidas habían sido emocionantes con el poder infinito que teníamos disponible, y luego nos sobrevino un estado de anquilosamiento que nos dejó perplejos. Habíamos dejado de evolucionar. Erigida para enseñarnos por medio de la experiencia lo que les habíamos hecho a los Lulus en la Tierra, la Pared era la disciplina que nuestras propias acciones habían magnetizado hacia nuestra existencia.
No podíamos creer que realmente habíamos cesado de evolucionar. Con renuencia, nos dirigimos al Consejo para hacer preguntas diseñadas para hacernos parecer sabios, para disimular el hecho de que no sabíamos qué nos estaba sucediendo. Ellos lo sabían.
Quizás son más avanzados que nosotros, pero no nos sentimos a gusto con una idea tan deprimente.
¡Cuidadosamente el Consejo nos explicó que tendríamos que otorgarles a los terrícolas los mismos poderes que nosotros poseemos!
Nos informaron que éramos responsables de lo que habíamos cimentado, ¡Qué tontería! Nosotros no podíamos aceptarlo. ¿Pueden imaginar qué fastidio sería si sus animales domésticos fueran iguales a ustedes? Podrían empezar a hablar e incluso decirles lo que les gustaría cenar. ¿Dónde terminaría, con una cena de cuatro platos y trufas de chocolate como postre?
Muy molestos volamos a casa y, por su puesto, como era nuestra costumbre, reñimos entre nosotros mismos.
Algunos se imaginaron que la Federación estaba conspirando con nuestros enemigos; otros pensaron que el Consejo obviamente se quería quedar con la Tierra. Los sirios eran más antiguos en el Consejo que nosotros los Pleyadianos o, ¿lo eran los Arcturianos? Algunos de nosotros creímos que era algo personal y empezamos a culparnos los unos a los otros. Somos una familia fracturada en verdad.
Intentamos disolver la Pared por medio de un sacrificio ritual colosal, bello y realmente espeluznante a gusto de los que se consideran entendidos en estos asuntos. Pero nada sucedió; nada cambió, la Pared todavía estaba allí y nos volvimos aún más aburridos, estancados y desorientados.
El desespero, anteriormente desconocido para nosotros, clavó sus garras dentro de nuestras mismísimas almas, nuestras almas reptiles, para ser exactos.
Entonces yo, Inanna, Reina de los Cielos — me encanta ese título —, regreso para hablar.
Regreso a ustedes, mis terrícolas, mis Lulus. Regreso para prepararlos para el cambio venidero en su ADN, para la transformación completa de su planeta Tierra y de sus hermosos cuerpos.
Y, naturalmente, ¡espero liberarme a mí misma en el proceso! Supongo que si una madre no nutre a sus hijos debidamente, esto la persigue hasta que encuentra la manera de equilibrar la balanza. Parece que yo también debo equilibrar lo que he creado, y de cierto modo ser como una madre para ustedes.
Lo que me recuerda mi maravillosa niñez en nuestro planeta hogar, Nibiru, y todos aquellos que fueron como madres para mí.
Al contar mi historia, no me ocuparé del tiempo lineal como lo conocen. El tiempo terrestre es ineficaz para describir nuestra relación con ustedes. ¡Uno de nuestros años equivale a 3,600 años terrestres! El tiempo Pleyadiano es elástico, expansible e interdimensional.
Algunos de nosotros podemos viajar a cualquier punto del tiempo que escojamos, podemos hasta alterar los acontecimientos de ese tiempo. Tales excursiones tienen su precio, pero una vez conquistado el talento que se requiere, ¿quién se puede resistir? ¡Viajar en el tiempo es algo divertido!
Los conceptos fijos sobre el tiempo simplemente no existen, así que no los esperen en este libro.
Mi niñez fue una época mágica para mí. Las tabletas de arcilla cuneiformes que se encontraron en Sumeria y Babilonia dicen que yo nací en la Tierra, lo que es cierto. Mi hermano gemelo, Utu, salió primero de la matriz de mi madre, lo que le daba prioridad en los derechos de heredero.
Sin embargo, yo no permití que este infortunado accidente de nacimiento me pusiera trabas y, más tarde en la vida, me compensé a mí misma con generosidad por esa pequeña frustración.
Cuando estábamos en condiciones de viajar, a mi hermano y a mí nos enviaron de regreso a nuestro hogar, Nibiru, un planeta artificial que había sido diseñado por la tecnología Pleyadiano para buscar materia prima en este sistema solar, y que da la vuelta a su sistema solar cada 3,600 años.
El planeta Nibiru fue dado a nuestra familia hace muchos eones y Anu, mi bisabuelo, heredó su dominio de su padre. Anu es el padre de Enlil, el cual es el padre de mi padre, Nannar. Mi madre se llama Ningal y es la mujer más adorable que he conocido. La quiero mucho, ¡pero a menudo me pregunto cómo me trajo al mundo!
Mi hermano gemelo Utu y yo fuimos los primeros de la familia real que nacimos en Terra, como llamamos a la Tierra. En esa época, nadie sabía si las frecuencias de Terra afectarían el ADN de los niños Pleyadianos. Por esos días eran imposibles de predecir las tormentas radiaoctivas y las fluctuaciones magnéticas de este planeta fronterizo, de modo que nuestros padres y abuelos no querían correr riesgos con nuestros códigos genéticos preciosos.
Nos criaron en el magnífico palacio de mi bisabuelo Anu y su reina hermana Antu.
Mis primeros recuerdos reales son de mis correteos y risas por los pisos pulidos de lapislázuli; de brisas suaves que suavemente movían cortinas blancas enormes y que acariciaban los hermosos rizos oscuros de mi cabello. Mi risa llenaba la casa. ¡Mi pequeño cuerpo azul corría por el mero placer de sentir el lapis fresco debajo de mis pequeños pies rechonchos! Todos me amaban y no había quien me controlara, sólo gente que me alababa y me abrazaba. ¡La vida era perfecta!
La mayoría de los miembros de mi familia tiene piel de tonos azules variables, como turquesa y lapislázuli cremoso mezclados, cálidos azules suaves que son consecuencia de la alta cantidad de cobre en nuestra sangre. Este cobre nos protege de la radiación cósmica que bombardea nuestro planeta desde el espacio.
Nuestra tendencia continua de hacer la guerra hace tiempo acabó con la protección natural de nuestra atmósfera contra dicha radiación, así que nuestros cuerpos se adaptaron al aumentar el contenido de cobre. Durante eones hemos estado esparciendo oro en nuestra estratosfera para mejorar la atmósfera de nuestro planeta, y necesitamos un suministro constante de ese oro. Esa fue nuestra razón principal para colonizar Terra.
Anu y Antu son las cabezas de mi familia y los gobernantes de Nibiru. Aunque nuestra tendencia es permitir que cada cual haga lo que le plazca, incluso hasta los extremos, eventualmente casi todos los de nuestro grupo pendenciero acataban las órdenes de Anu y Antu.
Extremo es una buena palabra para describir a Anu y Antu. Sé que pueden parecer mimados, indulgentes o inmoderados pero, para mí, así era la vida, la forma en que hacíamos las cosas. Yo adoraba a mis dos bisabuelos y ellos a su vez me adoraban, especialmente Anu. De hecho, mi nombre, Inanna, significa "amada de Anu", y más tarde esto me permitió un poder importante sobre el resto de la familia.
De niña, en todas partes me rodeaban la belleza y el amor. El palacio era un pabellón abierto sin límites y sin paredes. Los arquitectos habían diseñado el interior para que fuera el exterior y viceversa y, como nos protegían reguladores de frecuencia, no necesitábamos paredes o vidrio. Había innumerables jardines paradisíacos de todos los diseños imaginables que exhibían flores exóticas, plantas, aves y mariposas de todos los lugares de las galaxias. Sería imposible describir muchas de las especies puesto que son desconocidas en Terra.
Algunos de los jardines eran solamente frecuencias de luz y sonido; a nuestros artistas de Nibiru les encantan esas creaciones. Los jardines predilectos de mi bisabuela Antu estaban hechos de oro y piedras preciosas, las flores a menudo eran de rubí y zafiro con hojas de oro y plata. En Terra recreamos estos jardines en joyas para que nos hicieran recordar nuestro hogar. En los escritos antiguos de Terra hay descripciones veraces de esos lugares.
A Anu y a Antu les encantaban las fiestas. Ellos celebraban todo; un equinoccio, un cometa, los solsticios y, por supuesto, los cumpleaños. Las festividades se prolongaban por semanas, incluso meses. Di por sentado que todo el mundo vivía así. Era mi vida.
Anu, que era bien parecido y generoso, siempre estaba pensando en un presente maravilloso para su querida Antu: una diadema nueva, una nave voladora o un templo. El palacio debía ser enorme sólo para contener los regalos que él le daba. Antu, que era bella y afectuosa, emanaba gozo y placer cabal. Su pasión era preparar fiestas; tenía una gracia para la organización y nunca se le escapaba el mínimo detalle.
Ella era el tipo de una de esas anfitrionas consumadas que lo deja a uno preguntándose quién tiene el poder, la esposa o su marido. Todos los de las galaxias deseaban ser invitados al palacio para disfrutar de los manjares de la cocina de Antu. De las tortas se formaban fantásticos palacios mágicos, y la fruta y helados se exhibían apetitosamente mesa tras mesa. Nuestros vinos eran excelentes.
Nuestro amor a la belleza y la creatividad naturalmente se extiende hasta el acto sexual, el cual es respetado con la más alta deferencia por mi gente en Nibiru y a través de todas las Pléyades. Si traen sus conceptos terrestres sobre la sexualidad y la moralidad a mi historia, sería mejor que cerraras el libro ahora mismo. Para nosotros, el sexo tiene que ver con las frecuencias de energía y su dirección.
Como nosotros usamos la energía sexual para crear muchas cosas, su punto central y amplificación es una forma artística que todos nosotros aprendemos y disfrutamos. Lo vemos como la fuerza pura de energía que brota del Primer Creador hacia el cuerpo y sus centros receptores. Cuando ya está en el cuerpo, se le cambia la dirección y se transforma según la habilidad y capacidad del individuo.
Se podría comparar con un sistema de circuitos electrónicos que modifica y distribuye energía eléctrica.
Fueron Antu y Anu quienes me dieron el conocimiento de la Unión Sagrada. Antu encarna las fuerzas apasionadas de la creación y se le tiene por una gran maestra de dicho conocimiento. Para mí fue un honor que ella me enseñara. El poder de la expresión sexual es venerado y de mucha demanda entre nosotros. Este conocimiento hacía parte de mi linaje genético, y como vengo de la sangre de Anu y Antu, nací para amar y ser amada; por eso era su preferida.
En los Templos del Amor en Nibiru, ellos escogían sacerdotes y sacerdotisas con base en su habilidad para recibir y transmitir las frecuencias más elevadas de la Unión Sagrada. Para nosotros el placer sexual no era nada menos que alivio y recreo. A una escala mayor, la unión sexual es un grandioso generador de néctar para el Primer Creador.
La conexión del sexo con la vergüenza y la culpa fue consumada en Terra por otro miembro de mi familia, ciertamente no fui yo, para esclavizar a los Lulus y mantenerlos temerosos.
En Nibiru es de conocimiento general el hecho de que el poder sexual es parte de la existencia.
Mi niñez en Nibiru fue como estar en un paraíso y todos me adoraban. A medida que crecía, mi educación recayó sobre mi tía/ abuela Nin. Su nombre verdadero es Ninhursag, pero yo le digo mi Nin porque con ternura me cuidó cuando yo era una niña. Ella es como una madre para mí y la quiero mucho.
Es la hija de Anu, pero no de Antu. Anu podía tener, y las tuvo, todas las queridas que deseara. Nosotros somos muy tolerantes y expresivos y tenía poca importancia el que Anu disfrutara de muchas otras mujeres. Lo que era importante para nosotros era la línea de sucesión: quién heredaría el poder de Anu. Los matrimonios entre hermanos son comunes entre nosotros para asegurar la primera línea de sucesión, y Antu era la hermana de Anu, y a la vez su esposa.
Ya sé. Están escandalizados, pero les advertí que no trajeran su moral a los asuntos de mi familia. Por un lado, el casarse con la hermana de uno explicaba con toda claridad quién tomaría el poder. Por el otro, causaba estragos. Anu era muy ardiente y tenía muchos hijos con muchas mujeres. Pero todos estos hermanos medios dieron origen a muchas rivalidades y a confusión en nuestro mundo y luego en la Tierra.
Enlil, Enki y Ninhursag son los tres hijos principales de mi bisabuelo, Anu. Enlil y Enki, ambos varones, tienen madres diferentes y Ninhursag, nacida de otra madre, es la única mujer.
Anu y Antu siempre me consentían, pero mi tía/abuela Nin, que por naturaleza era disciplinada y severa, se dio cuenta de que yo tenía una leve tendencia a dejar que mis impulsos se desbordaran. Evidentemente yo nunca vi esto como un problema. A Nin se le dio la ingrata tarea de educarme y, aunque de vez en cuando era dura conmigo, siempre supe que me amaba mucho.
En repetidas ocasiones necesité ese amor.
Ninhursag también es conocida como la Diosa Madre, la Señora de la Vida, la Señora de la Montaña y muchos otros títulos afectuosos. Una brillante geneticista y doctora, mi tía abuela Nin es la maestra geneticista de la casa de Anu.
La madre de Nin era una hermosa cirujana de quien Anu se había enamorado en un viaje al Planeta de la Sanación. La personalidad de la madre de Nin era muy diferente a la de Anu, y a medida que Nin crecía, encarnaba la impecable autodisciplina y determinación de su madre. Como no se inclinaba mucho por la fiestas interminables de Antu, Ninhursag puso toda su energía en las artes de sanación y mejoras genéticas. Poseía una mente clara y aguda y el corazón de un ángel.
Aunque mi Nin creció en Nibiru, acompañó a sus hermanos a Terra para ayudar en su colonización. A Enki y Enlil, los dos hijos de Anu, se les había encomendado llevar oro y otros minerales útiles a Nibiru. El oro era esencial para nosotros debido a los desequilibrios que nuestro guerrear constante habían causado a nuestra atmósfera.
En esos días, Terra era considerada no más como una fuente de minerales, un fuerte fronterizo de industria minera en el borde de la galaxia. Sus habitantes eran las criaturas salvajes que vagaban por las llanuras extensas pastando en una abundancia de hierbas. También estaban las razas de la Gente de la Serpiente y la Gente del Dragón, que preferían vivir en túneles debajo de la superficie de Terra para protegerse de las tormentas radiactivas y cambios magnéticos que eran frecuentes.
Ninhursag, Enki y Enlil fueron a Terra con emoción y resolución. Debido a que Enlil era el hijo de Anu y Antu y el primero en la línea de sucesión para heredar el poder de Anu, fue escogido como el líder de los dos grupos de astronautas de Nibiru. Un grupo fue asignado a la nave satélite y permaneció en órbita para inspeccionar el planeta, informar sobre posibles dificultades y recibir enlaces de tránsito. El otro grupo, que lo formaba la mayoría de los astronautas, bajó a Terra con el propósito de colonizar eventualmente todo el planeta. Éstos llegaron a vivir y trabajar aquí y se les llamó los Anunnaki.
Enki, el hijo de Anu y una princesa Dragón de Terra, era el segundo en la línea de poder de su padre. Él era un ingeniero maestro y había comenzado los proyectos mineros un poco antes de que llegara Enlil. Mi familia inventó la rivalidad entre hermanos medios y, como se podrán imaginar, estos dos hijos del mismo padre y diferentes madres discutían constantemente en cuanto a las decisiones que había que tomar.
Ninhursag era nuestra médica jefe y maestra geneticista en Terra y, por necesidad, la conciliadora de la familia. Los Anunnaki, nuestros astronautas que de muy buena gana siguieron a estos tres hijos de Anu a Terra, estaban todos muy emocionados en las primeras etapas de la nueva aventura. Como les habían prometido riquezas y tierra, los Anunnaki estuvieron muy contentos por un tiempo, ¡pero nadie estaba preparado para una excavación de esa magnitud!
Ellos nunca habían hecho algo tan físico, tan rutinario, de modo que el trabajo en las minas de oro se convirtió en una tarea nefasta. Enki hasta trató de componer canciones para mantener sus espíritus alegres. Pero muy rápidamente estos guerreros, científicos e ingenieros se volvieron malhumorados y luego enfadados. Y, como los Pleyadianos poseen una especie de "mente de grupo", el descontento se esparció como el fuego. Se negaron a cavar un centímetro más.
¡Enlil y Enki estaban pasmados!
En casa siempre podían motivar a sus "paisanos Pleyadianos" ¿Qué había que hacer? No querían ser desacreditados y ser mal vistos por su padre Anu. Fieles a la naturaleza de la familia, los hermanos empezaron a culparse mutuamente. Los insultos y altercados los llevaron a los puños y, después de un poco de sangre y unas cuantas contusiones, se les ocurrió una solución.
En Terra existían muchas especies de las cuales podrían extraer material genético para producir una raza de obreros esclavos. Esto solucionaría todos sus problemas y mantendría contentos a los Anunnaki; ya se había hecho anteriormente en otros planetas. ¡A las multitudes de astronautas que vitoreaban les anunciaron que los maravillosos "toros de Anu" lo habían resuelto todo!
¡El poderoso Enlil y el gran Enki tenían la situación bajo control!
De inmediato citaron a su hermana, Ninhursag, quien también pensó que era una buena idea. Ella había estado administrando hierbas curativas a los trabajadores rendidos, y no le gustaba mucho ver a los Anunnaki realizando este tipo de trabajo, especialmente a las mujeres. De modo que acompañada de Enki, quien también sabía de genética, se retiró al laboratorio y empezó a experimentar. Enlil se dedicó a la agricultura, a desviar los ríos y a construir obras de infraestructura, pirámides y represas.
Colonizar un planeta del tamaño de Terra era un proyecto de envergadura.
Cuando pienso en Ninhursag y Enki solos trabajando allá en el laboratorio, experimentando con el material genético que habían reunido, me viene a la memoria un día en el que tuvieron una disputa terrible. Nin perdió por completo el control de sí misma y casi mata a Enki.
Como Enki siempre estaba tramando maneras de llevarle la ventaja a su hermano Enlil, quería tener un hijo con su hermana. Él sabía que este niño, si era varón, sería considerado como un rival de Enlil y de sus hijos.
Así que Enki se acercó a su hermana. Nadie se había atrevido antes a seducir a Nin; no es que no fuera hermosa. Mi tía abuela era muy bella y amable. Pero todo el mundo se sentía intimidado por su capacidad, sus modales precisos y su autodisciplina vehemente. Supongo que Ninhursag siempre había pensado que algún día se casaría con uno de sus hermanos.
Su padre Anu había desposado a su hermana, como era nuestra costumbre. De modo que, obviamente, Ninhursag pensó en casarse con Enlil o con Enki. Pero la madre de Enki, Id, lo había convencido de que se casara en la rama de su familia terrestre, o sea la Gente del Dragón, y Enlil se casó con una enfermera de la cual se había enamorado apasionadamente. Así las cosas, no había nadie en este planeta remoto a quien Ninhursag pudiera considerar como su igual. Como era idealista y obstinada por naturaleza, Nin prefirió no escoger a ninguno que fuera inferior a ella.
Ella era muy inocente en cuanto a los hombres y no muy diestra en el arte de la seducción. No esperaba que su hermano casado la cortejara y en verdad le mostrara una pasión y un ardor tan profusos.
Cedió ante las refinadas técnicas de Enki y se sonrojó como una colegiala. La pobre Nin sencillamente no estaba acostumbrada a que la halagaran o que la engañara un profesional como Enki, quien ya había seducido a tantas otras mujeres que no tuvo que pensar dos veces su jugada siguiente. Ninhursag cayó en la trampa. Creo que como era la primera vez que le masajeaban su ego femenino se dejó afectar por hormonas muy poderosas.
Pero, para gran decepción de Enki, de esa unión salió una niña. Ninhursag estaba dichosa e idolatraba a la niña; mi Nin amaba a todos los bebés que conocía; ella respetaba la totalidad de la vida. Durante una larga ausencia de Nin, Enki esperó hasta que la niña alcanzara su madurez sexual y, ¡para sorpresa y escándalo de Nin, procedió a seducir a esta hija y también la embarazó! De nuevo, nació una niña, pero esto no detuvo a Enki. Tan pronto como la segunda hija empezó a ovular, Enki le hizo avances, decidido a producir un heredero varón.
¡Ninhursag estaba enfurecida!
La idea de que Enki, su propio padre, pudiera corromper y hacer víctimas a sus dos niñitas ingenuas, le producía náuseas. Su orgullo estaba profundamente herido. Se sintió totalmente usada y decidió poner fin al desenfreno de su hermano. Coció un elíxir irresistiblemente delicioso y embriagante, lleno de hierbas virulentas y mortales que ella misma había concebido. Mientras Enki bebía el líquido con felicidad, Nin dijo en voz baja las palabras sagradas de su hechizo y así le asestó un maleficio poderoso a su hermano.
Con la copa en la mano, Enki se desplomó.
De una manera fría y desapasionada, Ninhursag observó cómo Enki sufría una muerte lenta y penosa. Ella quería que él sufriera del mismo modo que la había hecho sufrir a ella y a sus hijas; quería que él comprendiera el dolor. El miserable Enki comenzó a consumirse y a envejecer rápidamente, su piel se tornó amarilla.
Al temer lo peor, Anu, padre tanto de Ninhursag como de Enki, se sintió finalmente impulsado a rogarle a Nin para que desistiera del maleficio e invocara la magia sanadora. Con el tiempo, Enki se recuperó e imploró el perdón de su hermana. Pero después de eso mi Nin cambió y ya no volvió a confiar en los hombres.
Parece que mi familia se asemeja a una de esas telenovelas que son tan populares en la Tierra. Podrían preguntarse por qué.
Durante la producción real de los obreros esclavos se cometieron muchos errores, algunos cómicos, algunos horribles, algunos indecibles.
Cuando por fin se halló la combinación correcta de ADN, y se produjo el primer Lulu, el obrero perfecto, se le diseñó lo suficientemente inteligente como para obedecer órdenes, pero no lo suficientemente listo como para pensar por sí mismo o rebelarse. Y, claro, tenía que ser capaz de sostener una pala.
Entre las muchas especies que existían en la Tierra en esa época había una criatura llamada Homo erectus. Este género comía las hierbas y vegetación, y acompañado de gacelas y otros animales amigos, vagaba por las estepas. La criatura tenía el poder de comunicarse telepáticamente con los animales y con los de su género. Libres y salvajes, ellos eran uno con la sabiduría natural de las frecuencias de Terra.
Los conocíamos porque desarmaban las trampas que poníamos para capturar a sus animales amigos. Esta criatura humana y los animales se amaban entre sí respetuosamente. De todo el ADN que teníamos disponible, el del Homo erectus era el mejor. Enki se prestó para que su esposa, Ninki, diera a luz al primer Lulu.
El material genético del Homo erectus se implantó en el óvulo de la hembra Pleyadiana. La sangre del hombre se mezcló con la nuestra, la de los "dioses", y se fusionaron los potenciales genéticos. Así que la especie humana porta códigos genéticos Pleyadianos y nuestro ADN está por siempre combinado con el de ustedes.
Se usaron los óvulos de las hembras Anunnaki para producir más Lulus hasta que se les dotó de la capacidad de reproducirse por sí mismos. No todos los de la familia querían que los Lulus se reprodujeran sin nuestra ayuda, pero era mucho más fácil dejarlos que continuaran el proceso sin nosotros.
La especie humana como la conocen fue creada mediante los procedimientos genéticos exitosas de Ninhursag y Enki a fin de que nos proporcionara mano de obra esclava en nuestras minas de oro. Aquellos primeros Lulus, sus ancestros, nos veían como creadores, como "dioses".
Nosotros fomentábamos esas creencias, porque nos facilitaban el control sobre ellos.
Aquí es donde yo entro en el juego. Para los proyectos, mi familia y los Anunnaki requerían de un flujo fijo y fresco de trabajadores. Como Anu y Antu me habían instruido en las artes del amor y la reproducción, mi trabajo era educar a los astronautas y a los Lulus en cuanto a las frecuencias más eficaces de la experiencia sexual. ¡Yo estaba dichosa! Para este fin, hice construir fabulosos templos y di origen a ceremonias y ritos maravillosos. Quería que mi bisabuela, Antu, estuviera orgullosa de mí. Modifiqué los ritos tradicionales tántricos de las Pléyades para que se ajustaran a nuestros objetivos en Terra.
¡Sí que nos divertimos en aquellos días! Algunos podrían llamar orgías a mis ceremonias, pero yo personalmente no me referiría a mis creaciones artísticas de una manera tan crasa.
La palabra orgía refleja la actitud triste de la cultura contemporánea terrestre hacia la unión más sagrada con el Primer Creador. La experiencia sexual es mucho más que una fricción; es la llave de su poder, es la secreción de todos los sistemas hormonales que elevan las energías y unen dos seres en una unión sagrada. El respeto por esta experiencia produce bebés más saludables y magnetiza un alma similar a la frecuencia que se genera y emite.
La habilidades telepáticas de los Lulus los convirtieron en genios. Esos primeros tiempos fueron en verdad grandiosos.
Les enseñamos a nunca cuestionar nada.
Enlil es el primogénito de Anu y Antu, el primer candidato para heredar el poder y trono de Anu.
Es, sin lugar a dudas, el hijo de mi bisabuela, Antu, pues es una persona minuciosa que sobresale en la logística. De Anu, Enlil heredó su carácter apasionado, el amor al orden y una gran belleza masculina. Su cabello es como el oro y cae en los rizos más perfectos. Es alto incluso para nosotros que medimos de 2 a 4 metros de altura. Su destreza física se refleja en su estrictez y apego a su propia integridad.
Enlil es el padre de mi padre, Nannar.
Parece que en toda su historia, mi abuelo cometió solamente un error: violó a mi abuela. En mi familia todos tenemos inclinaciones sexuales muy ardorosas. Cuando Enlil todavía estaba joven y pasado de tragos, dio un paseo al lado del río y se encontró con una hermosa mujer que nadaba desnuda. Su cuerpo brillaba a la luz del sol, su cabello ondeaba mojado en torrentes de oro. Cuando Enlil vio sus pechos debajo de las aguas, la lujuria lo invadió.
El pobre Enlil había caído en una trampa. La madre de esta bella nadadora la había convencido de que sedujera a Enlil de esta manera para que quedara bien casada, y el plan funcionó a la perfección. Enlil la obligó a la relación sexual, lo que va en contra de nuestras leyes. Buscaron a Enlil y lo arrestaron, le hicieron un juicio y lo enviaron al exilio. No creo que haya olvidado la humillación que le produjo ese castigo. Estaba enamorado de la chica y suplicó a sus padres que le permitieran casarse con ella.
Después de la boda, lo perdonaron, pero él nunca olvidó y, hasta donde yo sé, jamás volvió a cometer un error.
Fue quizás esta experiencia de erotismo desenfrenado lo que dejó a Enlil con la tendencia a juzgar las pasiones de otros. A medida que los Lulus se multiplicaban, los Anunnaki y los miembros de mi familia comenzaron a copular con ellos.
El nivel de interés sexual se había salido del control y esto enfadó a Enlil. Él nunca estuvo de acuerdo con que les diéramos la capacidad de reproducirse sin nuestro control total. Los rasgos inimitables de las capacidades telepáticas de los Lulus le agregaban una emoción desconocida a la experiencia sexual, especialmente después de que yo los entrené.
Corrió el rumor de que los "dioses" se estaban escapando a los bosques a juguetear y reproducirse con los Lulus. ¡De vez en cuando, los Anunnaki perdían el juicio y expresaban sus pasiones desenfrenadas ahí mismo en las calles de Sumeria! ¡Los Lulus eran tan lindos! A mí me parecía todo muy divertido.
En aquellos días, el nacimiento no era el proceso doloroso que conocéis hoy; era fácil y un momento mágico para ser uno con la Diosa de toda la vida.
Era un momento para expresar unión con todo el cosmos, para formar más manifestaciones del Primer Creador. ¡No era un momento de dolor! Ciertamente no nos avergonzábamos de nuestros cuerpos y sus funciones. Las Nibiruenses y las Lulus disfrutaban del embarazo. Cada nacimiento nos traía más Lulus y más festividades, ¡más diversión y más cerveza! ¿Mencioné que con los granos silvestres que crecían en Terra desarrollamos el aguamiel y las cervezas más deliciosas?
Se las dábamos a los Lulus como recompensa por su trabajo y nosotros mismos las tomábamos.
Cada vez Enlil se sentía más molesto con la copulación desenfrenada entre los Anunnaki y los Lulus.
Esto le causó una obsesión, pensó que nuestra estirpe se estaba corrompiendo a causa de este cruzado sin control, y se enfadó por la proliferación de los Lulus. Desvelado, Enlil empezó a idearse maneras de reducir la población Lulu, después de todo el trabajo que yo realicé.
Ya se habían establecido muchas jerarquías sociales entre los Lulus. Había mucha discusión en cuanto a quién tenía más "sangre divina", quién estaba emparentado con cuál "dios" y hasta dónde se prolongaba su linaje, así como hoy en día muchos humanos pretenden pertenecer a tal o cual realeza.
Ya hemos estado sobre y alrededor de Terra durante casi medio millón de sus años. Los Lulus sólo empezaron a escribir acerca de nosotros en esas tablillas de arcilla hace unos 5,000 años. Pensad en ello: transcurrieron siglos mientras las historias pasaban de recuerdo en recuerdo.
En los primeros tiempos los Lulus tenían una mayor capacidad de memorizar datos; no obstante, la conciencia que ellos tenían de nosotros como "dioses" omnisapientes era controlada por nosotros. Ellos fueron engendrados para no cuestionar, y al que lo hacía se le esquivaba o se le asesinaba. Nosotros necesitábamos obreros y no queríamos que los Lulus llegaran a ser iguales a nosotros; los manteníamos limitados.
Las tablillas de arcilla registran solamente lo que nosotros les permitíamos copiar a los escribas.
La idea de que la población Lulu llegara a invadir Terra perturbó más a Enlil. Quería deshacerse de ellos pero, ¿cómo? ¿A quién había que matar?
Enlil citó a una reunión de la familia. Demandó que se hiciera algo en cuanto a los Lulus y comenzó a sermonear sus puntos de vista solemnes en cuanto al asunto. Por supuesto, la vieja rivalidad de hermano contra hermano empezó a calentarse. ¡Enki se opuso rotundamente!
Se quejó de que después de todo el trabajo que él y Ninhursag habían hecho para producir trabajadores tan eficientes, era algo absurdo siquiera pensar en destruirlos. Quizás había mucho más ruido allá afuera, pero por lo menos ahora había suficientes manos para cavar en las minas de oro. Los hermanos bramaron y se enfurecieron como de costumbre.
Enlil no quería cambiar de parecer a pesar de las súplicas de su hermano. Los hijos de Enlil y Enki se unieron a la disputa, y hubo mucho enojo en ambos lados, pero al final, como él es hijo número uno, Enlil prevaleció. Su plan no los mataría a todos, solamente a aquellos desafortunados que morirían de hambre, de modo que se arregló la primera escasez de alimentos.
Cuando Enki y sus hijos salieron de la reunión, debieron haber estado fraguando un plan para bloquear a Enlil, porque aun cuando la hambruna resultante hizo que el canibalismo se esparciera por todo el país, les pasó comida de contrabando a los Lulus y la mayor parte sobrevivió. Se supone que Enlil tiene autoridad inapelable sobre el resto de nosotros por ser el primogénito, pero no era tan fácil, porque somos una familia de individuos de carácter fuerte.
Todos somos obstinados en acrecentar nuestros poderes, y no nos gustan mucho las fronteras o limitaciones de ningún tipo. Enlil es igual; es hijo de Anu, quien nunca siguió a nadie en ningún asunto. Una vez que Enlil había tomado una decisión y fijado su rumbo, era improbable que pudiéramos disuadirlo o que diera un paso atrás.
Enlil era el jefe de comunicaciones de la estación espacial que le daba la vuelta a Terra y fue el primero en enterarse del cambio polar que se acercaba. Muy por encima del planeta, los astronautas empezaron a observar la fluctuaciones magnéticas y los bamboleos inevitables. El eje del planeta estaba a punto de voltearse. Esto lo habíamos notado antes, pero nunca había habido una población tan numerosa para evacuar.
Enlil se guardó todo en secreto y decidió aguardar hasta el último momento posible, de modo que sólo hubiera tiempo suficiente para transportar a las familias de Anu y a los Anunnaki a la estación de enlace. Se aseguró de que no hubiera tiempo suficiente para rescatar a los Lulus. Enlil quería salirse con la suya por encima de Enki, sin importar las consecuencias.
De una forma inesperada el Gran Diluvio nos cayó encima.
Enki envió a su piloto, Matali, para que me recogiera. ¡Ni siquiera había empacado! Recuerdo cuando estaba de pie en mis cuartos tratando de decidir cuáles joyas llevar. Tenía tantos collares de oro, lapislázuli, brazaletes de esmeralda y marfil; si sólo pudiera llevar unos baúles más. Matali se burlaba de mi frustración y me decía que me apresurara. Yo no lograba comprender la gravedad de lo que venía.
Recuerdo muy bien cuando estaba sentada en la nave, llorando en los brazos de Ninhursag. Desde los portales vimos cómo ola tras ola se tragaba las llanuras de Terra y arrastraba a nuestros preciosos Lulus. Nunca antes había experimentado la pérdida, así que yo no estaba lista para sentir una pena así.
Era como si yo también me estuviera ahogando. En mi corazón oía los gritos de los Lulus desesperados; en mi imaginación veía a las mujeres que había entrenado en mis Templos aferrándose a sus columnas, rezándome a mí, entre todas las personas. Pero sus oraciones no fueron contestadas y se sumergieron en la muerte; sus túnicas blancas flotaron por un momento en bullones ondulantes y todo terminó.
Se me partió el corazón. No sabía cuánto amaba a los Lulus; no sabía que una parte de mí permanecería con ellos debajo de ese cruel diluvio. Ninhursag era la única que parecía compartir mi tristeza. Lloramos de desespero. ¿Quién nos prepararía deliciosas cervezas? ¿Quién buscaría el oro?
Esta vez la rivalidad entre Enlil y Enki había servido de algo. Los espías de Enki le habían informado del cambio polar. En todas las culturas antiguas de Terra hay historias de un diluvio y un hombre que se salvó en un arca. Enki escogió a ese hombre. Enterado de que habría un gran diluvio, Enki resolvió salvar por lo menos una familia de Lulus.
En medio de su vanidad, escogió un hombre de su misma dotación genética. Todas esas historias dicen que Noé fue escogido por su bondad, pues, no, Noé incluso se parecía a Enki. Y no hubo un arca, fue un submarino, y los animales "en pares" era realmente material genético almacenado apropiadamente para que pudieran se recreados más tarde.
Desafiando a Enlil, Enki rescató a los Lulus.
Cuando Enlil descubrió a los Lulus sobrevivientes, se enfureció. Con sus hijos, lanzó acusaciones de traición y otros crímenes abominables contra Enki y sus hijos. Enlil sostenía que Enki había desafiado las leyes de Anu. Por consiguiente, Enki pronunció el mejor discurso de su vida, astutamente alabando y lisonjeando a Enlil por su plan "divino".
Dijo que Enlil, en medio de la grandeza de su sabiduría visionaria, había escogido el material genético de entre la basura de las especies y llegó hasta lo mejor que había entre los Lulus. Y que si esos sobrevivientes solitarios habían soportado los horrores del diluvio, entonces sus genes deberían ser dignos de servir a Anu y a los Nibiruenses.
¡Para sorpresa nuestra, Enlil se lo creyó! Creo que estaba cambiando de opinión, pues ¿dónde conseguiría los obreros para las minas y para construir sus monumentos?
Cada miembro de la familia juró solemnemente nunca más volver a destruir a los Lulus. En un estallido de generosidad sincera, y quizás un poco de culpa, Enlil le concedió la vida eterna a Noé, por lo menos como la conocemos. Se preparó entonces todo tipo de leyes para regular la copulación y reproducción de los Lulus. Aunque todo resultó bien para las dos partes en conflicto, hubo un cambio, una agudización de la rivalidad entre Enlil y Enki.
Nosotros sabíamos que esa gran rivalidad ocasionaría otras dificultades en el futuro.
Nosotros los Pleyadianos nos consideramos de la raza de cepa reptil. Como evidencia de nuestra conexión con ustedes, la especie humana posee un cerebro reptil localizado en el cerebelo, el cual controla las funciones autónomas del cuerpo.
En todos los mundos, incluyendo el sistema solar Pleyadiano, abundan muchas razas. En su lenguaje no hay palabras para describir estas razas; ni siquiera podrían pronunciar esos nombres, pues los sonidos les serían muy extraños.
Cuando Anu llegó por primera vez a Terra hace 500,000 años, la Gente del Dragón y la Gente de la Serpiente ya estaban aquí. Obviamente, no querían compartir su planeta. Anu quería el oro, pero la Gente del Dragón temía que él no respetaría sus métodos pacíficos. Ellos habían pasado eones distribuyendo líneas de energía magnética alrededor de Terra y habían construido innumerables túneles en colaboración con la Gente de la Serpiente.
Los vórtices de energía que potencian sus civilizaciones se encuentran en esos túneles junto con enormes almacenes de piedras preciosas y metales. Hubo un buen número de batallas en Terra y en sus cielos, pero finalmente se hicieron arreglos, se demarcaron límites, y Anu aceptó casarse con una princesa Dragón llamada Id para sellar la alianza.
De esta unión salió el niño Enki.
Id es hermosísima. A Anu le parecieron misteriosamente atractivos sus ojos rojos y su piel metálica dorada. Su hijo, Enki, tiene un porte de elegancia aristocrática y tiene una cola. A mí me gusta la cola, creo que le agrega misterio a su cara de Merlín. También tiene orejas puntiagudas con lóbulos largos, lo que parece haber causado algo de confusión en cuanto a quién realmente es, pero el parecido de Enki con la criatura mítica llamada el Diablo es completamente accidental. Mi querido Enki es un ser bondadoso cuyo defecto principal consiste en ser incapaz de decir "no".
Ciertamente no es un demonio.
Enki fue educado en Nibiru. A su madre, Id, no le gustaban mucho las fiestas sin fin que ofrecía mi bisabuela Antu, de modo que Id y Enki estaban felices de mudarse a Terra. Allí Id vivía con su gente en los túneles, y Enki se construyó un hermoso reino en el mar llamado el Abzu. Las estructuras del Abzu fueron construidas de plata y lapislázuli. Tenía parte en lo alto de una montaña y parte sumergida bajo el agua. Esto era algo práctico, pues la parte sumergida ofrecía protección de las ondas de radiación inciertas que se extendían por Terra en los primeros días.
Cuando Enki no estaba trabajando en el Abzu, construía represas y desviaba aguas. Como era un amante del agua, a menudo remaba solo por las ciénagas de Sumeria y Babilonia en un bote pequeño y estudiaba los peces, insectos y hierbas que había en las riberas de los ríos.
Enki amaba su planeta. Supongo que lo aprendió de Id. La belleza de Terra corre por la sangre de su pueblo antiguo. Desafortunadamente, Anu envió a Enlil a Terra después de que Enki había estado allí un buen rato. Cuando Enlil llegó para hacerse cargo de la colonia, recalcó el hecho de que él era el hijo legítimo de Anu, de modo que Enki no tenía que aceptarlo. Se dividieron los dominios. A Enki le tocó Egipto y el Abzu.
Enlil asumió el control de Sumeria, las operaciones mineras en África, el puerto espacial y el manejo de los astronautas, tanto los que estaban en órbita, como los que estaban en Terra. Ninhursag me contó que Enlil y Enki peleaban cuando eran niños. En secreto ella pensaba que Antu los había enviado a ambos a Terra para que sus riñas continuas no interfirieran con sus fiestas.
Enki no animó mucho a la Gente del Dragón para que colaborara con su medio hermano Enlil. Los Dragones naturalmente preferían a Enki, pues era uno de ellos y protegía mucho a su madre, Id. Enki no estaba de acuerdo con ninguna de las decisiones que tomaba Enlil, lo que causó estragos en Terra. Ninguno de los dos tenía razón ni estaba equivocado, cada uno quería salirse con la suya y tener el control absoluto. Los hijos de Enki y Enlil llegaron a compartir los mismos sentimientos, y sus padres no vacilaron en utilizarlos en sus conflictos.
Toda la familia y los Lulus fueron arrastrados hacia esta rivalidad, que ha sido el catalizador de toda la infortunada historia de Terra.
Aunque yo soy la nieta de Enlil, disfruto siempre de la compañía de Enki. Él es alguien con quien uno se puede divertir; ama a las mujeres, ¡a todas! Enlil es tan serio.
Enki y Enlil son como el agua y el aceite.
A medida que pasaba el tiempo en Terra, se seguían subdividiendo los territorios entre los hijos de Enki y Enlil para evitar la guerra. Era fácil ver que si yo misma no me hacía cargo del asunto, terminaría con las manos vacías en este grupo pendenciero, de manera que decidí hacerle una visita a Enki
Me puse mi mejor vestido de gala, mis mejores joyas y volé hacia el Abzu. Sabía que Enki guardaba los MEs divinos allá y tenía la esperanza de aprovecharme de su debilidad por la bebida y las mujeres.
Los MEs están basados en una tecnología que apenas se está descubriendo en Terra. Imaginaos una computadora que contiene todo el conocimiento del universo. Esta computadora transfiere el conocimiento a la mente del usuario en forma de hologramas. De modo que el conocimiento se transmite al usuario holográficamente y en su totalidad, así que el conocimiento no ocurre por partes en forma lineal.
El poseedor de los MEs tiene un entendimiento de la información que hay en cada uno de los MEs instantáneamente. El conocimiento es poder; poder para crear civilizaciones, para predecir el movimiento de las estrellas, para viajar más allá de Terra, para regular la atmósfera, todas las ciencias y las artes.
Yo quería tener ese poder.
Como siempre, Enki estaba dichoso de verme. Mientras alababa mi belleza y encantos, me abrazó de un modo inapropiado. Los sirvientes de Enki nos siguieron hasta un rincón acogedor donde había bandejas con manjares deliciosos importados de Nibiru, pasteles exquisitamente preparadas y cervezas sumeras. Cuando Enki estaba distraído, empapé su cerveza con mis hierbas mágicas. Estas hierbas incrementan la frecuencia de uno, especialmente en hombres de edad cuya potencia ya está decayendo. Enki estaba feliz y no me podía quitar los ojos de encima, puesto que soy tan encantadora.
Bebió mucha cerveza. Enki tiene un gran sentido del humor y yo le contaba las historias más chistosas sobre las sacerdotisas en mis templos. Festejamos, bebimos y reímos durante tres días. En más de una ocasión dancé para Enki, algo así como el número de los siete velos que puede ser tan eficaz. ¡A él le encantó!
Finalmente, le pedí los MEs. Muchos de los hijos ya los poseían, y yo solamente quería mi propia serie. Al principio estuvo reacio; él sabía que eso estaba prohibido. Enlil se enfurecería si llegara a saber que los obtuve sin su permiso. Habría que decírselo.
Entonces, le serví otro trago a Enki. ¡No veía por qué el gran Enki tenía que pedirle nada a su hermano! Le conté una historia del templo particularmente picante. Mientras todavía reía, le pedí los MEs con mi voz más dulce. ¡Enki estaba tan excitado con mis seducciones que finalmente dijo que sí! Creo que también le producía placer la idea de cuánto enfadaría esto a Enlil.
Enki empezó a sentir los efectos de las hierbas y se quedó dormido. Cuando empezó a roncar, guardé los MEs en un estuche de oro que había traído. Los MEs se ven como cristales de doce lados de gran belleza y color y solamente se pueden activar si uno conoce los sonidos sagrados que los hacen vibrar y emitir sus secretos. En Nibiru, Ninhursag me había enseñado estos sonidos.
Cuando los ronquidos de Enki se hacían más recios, me escabullí por la puerta con los MEs. Había llevado dos naves conmigo. Una era oficial y la otra era mi nave privada. Tenía el presentimiento de que Enki podría cambiar de opinión y trataría de recuperar los MEs cuando despertara. De modo que envié mi nave oficial a casa como señuelo y me alejé en mi nave pequeña, la que puedo pilotear con facilidad.
Al despertar, Enki no recordaba muy bien lo sucedido y sus sirvientes tuvieron que recordarle que me había entregado los MEs. Como se sintió un poco abandonado y usado, su ego masculino entró en acción. Con un grito les ordenó a sus sirvientes que me persiguieran, que me trajeran junto con los MEs. Yo sabía que era un pretexto para que yo regresara y para pacificar a Enlil y a los otros dioses. Con astucia yo había previsto esta posibilidad y estaba escondida a salvo bajo tierra en un santuario de los Dragón con mis MEs.
En la familia de Anu se tiene la costumbre de que si tienes la voluntad para tomar el poder, te respetan por ello. Enki y Enlil estaban tan impresionados con mi atrevimiento que me concedieron el derecho de conservar los MEs. Me nombraron miembro del consejo familiar, el Panteón de los Doce.
¡Yo había alcanzado todo lo que quería y más!
Me declaré Reina de Cielos y Tierra. Ahora poseía la tecnología para fundar mis propias ciudades y alcancé un lugar de mayor poder dentro de mi familia.
Obtuve el poder porque con coraje me lo había apropiado, ¡y todavía quiero mucho a Enki!
Aunque parecía que mi vida era color de rosa y que yo estaba totalmente consentida, las cosas empezaron a verse funestas para mí. Para poder reclamar mi lugar legítimo en la familia de Anu, tenía que casarme con alguien cuyo linaje genética me diera poder. Yo había crecido compitiendo con mi hermano, Utu, y con los otros jóvenes varones. Me veía como alguien igual a ellos. La idea de casarme y ser dominada por alguien con esa dotación genética no me atraía mucho.
En la cultura Pleyadiana, la energía femenina es respetada. La ley les permitía a las mujeres derechos iguales, así como la oportunidad de expresar sus talentos innatos. No obstante, la mayoría de las mujeres dependían de un "buen matrimonio" para definir su puesto en el mundo. Se podría decir que la mujer Pleyadiana era considerada igual al hombre, pero bajo condiciones, y los límites de éstas eran fijados por la naturaleza individual de cada mujer.
Mi hermano Utu y por supuesto mis padres me presionaban para que formara un matrimonio poderoso, lo que le daría mucha más fuerza a nuestra rama de la familia. Utu se burlaba de mí preguntándome si quería terminar como Ninhursag. Había visto la vida de mi tía/abuela como la de solterona, y eso no me gustaba mucho. Seguras en medio del poder que les garantizaba el matrimonio, las mujeres de mi familia tranquilamente tomaban sus puestos al lado de sus esposos. Tranquilamente es una palabra que no me llamaba mucho la atención. Yo deseaba el poder para mí, ¡no quería que me controlara nadie!
No obstante, con toda esa presión para que me casara, empecé a buscar y a pensar cuál de los candidatos disponibles me parecía interesante.
Enlil había tenido éxito en engendrar un hijo con Ninhursag; lo que constituyó otra derrota para Enki, quien sólo había tenido hijas con ella. El nombre del muchacho era Ninurta, y fue educado conmigo y con Utu en Nibiru. Yo pasé mucho tiempo con él cuando éramos niños y siempre estábamos compitiendo y a menudo riñendo. Su madre Ninhursag simplemente lo adoraba de un modo repugnante; era tan malcriado. Ninurta podría ser genéticamente apto, pero ni siquiera valía la pena mencionarlo.
Enki tuvo varios hijos varones, pero el único que estaba disponible era el menor, Dumuzi. Ah, sí, Dumuzi. Incluso el nombre lo deja a uno aplanado, ¿verdad?
Como era el hijo menor de Enki, Dumuzi tenía el puesto más bajo. Le asignaron la Oficina de Pastor Real. ¿Quién inventaría ese título?
Estaba encargado de todos los animales domésticos en Terra. Ya sé, todos tenemos que comer y los rebaños son muy importantes para la supervivencia de los Lulus. He oído todos esos argumentos de mi hermano Utu y de mis padres. Pero, ¿alguna vez os habéis regocijado con el olor de las ovejas al final del día? Mis padres estaban a favor de la unión. Creo que no veían la hora de verme casada y sin problemas.
Me consolé con la idea de ser miembro de la familia de Enki. A menudo lo podía convencer de que hiciéramos algo agradable juntos, y tenía en mente convertirme en reina de Egipto. Me vi a mí misma flotando en una barcaza dorada sobre el Nilo, reclinada sobre una era de flores, y las multitudes vitoreándome. Con los MEs en mi posesión y un matrimonio poderoso, mis ambiciones en ciernes empezaron a tomar forma.
Así que me casé con Dumuzi.
El matrimonio era… bueno, el matrimonio. Dumuzi no era muy brillante y ciertamente no era pareja para mí. Creo que sus hermanos lo habían tratado muy mal, especialmente Marduk, el mayor. Dumuzi era frívolo y egoísta. Pasaba el tiempo mirándose en un espejo esperando que lo atendiera como si fuera su esclava. Su madre vivía para él, le concedía todos sus deseos. Yo empecé a evitarlo todo lo que podía.
Estaba tan aburrida que asumí tareas extras en los Templos del Amor, como se conocía a mis templos. Inventaba toda clase de excusas y en mi nave volaba de templo en templo inaugurando toda clase de nuevas ceremonias. Me comportaba exactamente como un ejecutivo moderno que se marcha en viajes de negocios sólo para alejarse de su mujer.
Diseñé una cantidad de rituales nuevos que tenían como centro a Dumuzi y a mí con fin de pacificarlo a él y a nuestras familias. Los rituales contenían todo este asunto acerca de nuestro matrimonio y el arte de hacer el amor, acerca de la esposa tímida y su maravilloso esposo. Esta primera telenovela les dio a los Lulus arquetipos sobre los cuales moldear sus propias vidas. Los rituales se diseñaron para estimularlos a producir hijos dentro de un ambiente feliz. Para mí, era un escape a la fantasía. Yo inventé mi vida en un ritual como yo quería que fuera, pero no lo era.
Quizás fue mi falta de entusiasmo por Dumuzi lo que nos dejó sin un hijo.
Para asegurar nuestros derechos al poder, tenía que haber un hijo que heredara ese poder. Esa era la ley. Pero, cualquiera que fuera la razón, nosotros no teníamos heredero. Entonces, se me ocurrió lo siguiente: Si los demás habían tenido hijos con sus hermanas, ¿por qué no Dumuzi? Anu y Antu habían engendrado a Enlil, que a su vez engendró a ese malcriado Ninurta con Ninhursag.
Yo estaba inspirada.
Fue fácil convencer a Dumuzi de que sedujera a su hermana. Le hablé con entusiasmo sobre el magnífico linaje genético de su familia, y su necesidad narcisista de reproducirse se encargó del resto.
La hermana de Dumuzi se llamaba Geshtinanna, y era pavorosamente inocente, nada ambiciosa como yo. Hice que mis sirvientes prepararan un picnic detallado, completo con vinos de hierbas parta estimular la libido. Ellos tenían que encontrarse en una colina que daba a los rebaños que estaban haciendo lo que los animales hacen en la primavera.
Yo había pensado en todo y, como Geshtinanna era tan ingenua, no tenía la menor idea de que la estábamos embaucando. Después de dos tragos de vino, Dumuzi llegó a la parte sobre tener un hijo juntos y hasta ahí llegó la amenidad. Geshtinanna protestó; ella quería permanecer pura para su esposo, quienquiera que fuera. Dumuzi trató de persuadirla, pero ella se negó abiertamente. ¡Dumuzi perdió el control y la violó! Supongo que esa hierbas que puse en el vino tuvieron la culpa. Son muy eficaces en los hombres.
¡Estupro! Era algo que no podía quedarse sin castigo. Ni siquiera Enlil pudo esquivar el castigo por este delito. Dumuzi y yo le habíamos dado ahora a su hermano mayor, Marduk, una muy buena razón para deshacerse de su hermanito. Marduk había estado trabajando sistemáticamente en la manera de quedarse con Egipto, Marduk no me quiere y no quería arriesgarse con mis ambiciones o las dinastías que yo esperaba establecer.
Dumuzi corrió hacia mí y hacia su madre, atormentado de pesadillas y presagios sobre su muerte. Lo animamos a que huyera e hicimos arreglos para encontrarnos en secreto y llevarle comida y agua. Así él podría esconderse hasta que se calmaran las cosas y yo podría hablar con Anu para pedir clemencia.
Pero Marduk no perdió tiempo. Sus verdugos persiguieron a Dumuzi hacia los colinas y lo atraparon como si fuera un conejillo. Fue algo horrible, me parece que los hombres de Marduk se extralimitaron. El pobre Dumuzi murió a causa de las armas radiactivas que con crueldad le dispararon. Mi esposo estaba muerto y yo estaba sin descendencia.
En ese momento me vino a la memoria una ley Pleyadiana útil: si un hombre muere sin descendencia, pero no obstante tenía un hermano, ese hermano, ya sea que estuviera casado o no, estaba obligado a casarse con la viuda y procrear un hijo con ella.
Afortunadamente, Dumuzi tenía ese hermano, Nergal, tan bien parecido e inteligente. Yo siempre lo había admirado. Pero era una pena que ya estaba casado con mi media hermana en el mundo subterráneo. Pues bien, yo nunca permito que complicaciones exiguas se interpongan en mi camino.
Decidí ir a visitar a la rubia, la Reina del oscuro mundo subterráneo, Ereshkigal, para reclamarle a mi esposo legítimo, su marido, Nergal.
Ereshkigal es mi media hermana. Con una esposa tan buena y bella como mi madre, era de esperarse que mi padre, Nannar, estuviera satisfecho. Pero la fidelidad no era la costumbre en la familia de Anu. Quizás era el contraste con mi madre lo que hacía que la madre de Ereshkigal fuera tan fascinante. La única palabra que escasamente describe a su especie es Raksasas.
Ella era mitad serpiente y mitad demonio, muy atractiva, y de su cuerpo salía y se retorcía el Kundalini. Su piel era de un verde claro cobrizo y su pelo formaba lo que se podría llamar "rizos aterradores". Su cuerpo era fuerte y sensual. Tenía los ojos de una cobra con el poder para hipnotizar a Nannar.
Como Dios de la Luna, mi padre ciertamente tenía su lado oscuro.
La atracción apasionada entre ellos dos solamente podría desase como combustión espontánea. Ereshkigal era un auténtico retoño de una fusión erótica. A nadie se le ocurrió cuestionar su belleza asombrosa. Ella heredó lo mejor de sus padres, y ella lo sabía.
No la culpo por no haberme querido. Creo que en cierto modo ella sentía por mí lo que Enki sentía por Enlil. Yo era la hija legítima de Nannar y ella era el fruto de la concubina. Además de estar cautivado por su belleza, Enki sentía cierta simpatía por ella. Hasta llegaron a concebir un hijo que se llamó Ningishzidda. Enki como de costumbre no pudo controlarse y, como ingeniero jefe de minas, le había dado a Ereshkigal el poder sobre el mundo subterráneo.
Enki se deja convencer muy fácilmente y me hubiera gustado ver cómo Ereshkigal utilizaba sus notables encantos sobre él. Nosotras las chicas hacemos lo que sea para valemos en este mundo. ¡Pero todo ese cabello rubio era tan falso como todas las pelucas que usaba para realzar su cabellera!
El mundo subterráneo no está exactamente debajo, aunque parte de él sí lo está. Está localizado en lo que ahora llaman África y los extensos depósitos de oro que nosotros codiciamos están allá. Fue una operación minera enorme. Constantemente volaban los enlaces desde Terra hasta a la estación en la órbita para entregar los metales refinados.
Desde las profundidades de la Tierra sacábamos oro y otros metales preciosos como plata, cobre, uranio y diamantes. Tenía que haber una fuerza de trabajo gigantesca y, con el paso de los siglos, se procrearon hombres y mujeres para que fueran obreros más eficientes. Nuestros genetistas constantemente mejoraban el aspecto de su obediencia y sumisión. No obstante, de vez en cuando había que aplicar la disciplina.
En Terra había por lo menos tres especies que comían carne humana, así que los "come-carne" eran una herramienta disciplinaria muy útil. ¿Qué mejor amenaza para a un trabajador reacio que la idea de ser devorado vivo?
Mírenlo desde nuestro punto de vista: nosotros estábamos cumpliendo con nuestro deber. Teníamos que suministrar partículas de oro a nuestro planeta Nibiru para nuestra atmósfera agotada, o moriríamos todos. Hicimos todo lo necesario para sacar el oro de las minas. Ereshkigal era la más indicada para este trabajo; para nada le molestaba "motivar" a los obreros con historias de canibalismo.
Dentro de sí tenía un poco de esa vocación de come-carne.
No es que comiera humanos todo el tiempo; sólo un mordisco de vez en cuando.
El canibalismo tiene significados diferentes para diversas especies.
Un grupo podría verlo como una manera de absorber la fuerza, sabiduría y poder de la persona que se come. Para ellos, es un método ritual de aumentar su conciencia, así como su capacidad física y sexual. Cuando ingieren a su enemigo, obtienen la experiencia de su vida. Otros solamente se comen el cerebro de la víctima para obtener su inteligencia. En vuestro planeta todavía hay vestigios de esto.
Hay otro tipo de canibalismo más generalizado que es mucho más sutil. Hay quienes conocen el arte de devorar la energía de las personas sin que ellas lo sepan.
Piensen cómo el temor los puede enfermar; cuán rendido y desgastado se siente uno a causa de la rabia, la cólera o los celos. ¿A dónde va esa energía? ¿Por qué se ven tan cansados y pálidos aquellos que son adictos al alcohol y las drogas?
Quizás aquellos que los controlan ya no necesitan comer su carne.
¡Ahora saben de dónde proceden esas historias sobre personas que llevan a las Antípodas, las asan y se las comen los demonios! para algunos era una realidad.!
Pero no existen los demonios, solamente varias especies que los han controlado por medio del temor. Este es un universo de libre albedrío, lo que quiere decir que son libres para hacer lo que quieran, y también lo son los demás seres. Ese es el problema.
Si todos empezamos como iguales, ¿cómo inducimos a los otros a que hagan lo que queremos que hagan? ¿Hay algunas reglas? ¿Se puede engañar a otros? ¿Quién valora a quién y a qué? Si te conviertes en el tirano de otro, ¿se te devuelve esa tiranía? ¿Te bloquea esto con el tiempo?
Esa es la pregunta más interesante para nosotros ahora que estamos atrapados por la Pared.
Yo no estaba pensando en asuntos de metafísica cuando descendía en mi nave hacia el mundo subterráneo.
Mi hermano Utu y mi padres opinaron que tenía que estar deschavetada. Ellos no pensaban que Ereshkigal recibiría a su media hermana que acababa de enviudar con los brazos abiertos, y me advirtieron que no fuera. Pero yo tenía otras cosas en mente, como la dotación genética de su marido Nergal, además de sus ojos azules. Por derecho, él llegaría a ser mi esposo y produciríamos herederos.
Se decía que Ereshkigal tenía un palacio fabuloso, que estaba todo cubierto de oro. Me imagino que le hacía falta todo ese esplendor para animarse, pues el vivir alejada de Sumeria y Egipto debió de haber sido deprimente para ella.
A medida que me acercaba a los portones, me abatía un poco todo el oro y las columnas de mármol que describían monstruos serpentinos retorciéndose y devorando Lulus muertos de pavor. Un poco exagerado, me pareció. Pero eso era sólo el comienzo.
Tuve la buena idea de enviar a Ninshubar, mi criada, a que me esperara en la nave. Le dije que si no aparecía en tres días, ella debería volar a casa a buscar ayuda. Había prestado algo de atención a lo que dijeron mis padres. No obstante, yo estaba confiada. Una chica debe arriesgarse, debe tener coraje. Después de todo, me había arriesgado a conseguir los MEs divinos. Yo sabía que podía ser muy persuasiva. Ereshkigal no salió precisamente corriendo a saludarme. De hecho, no la veía por ningún lado.
Me salió al paso un horrible guardián que dijo que se llamaba Neti. ¡Dios mío, él o ello era tan grande!
Le dije a ese monstruo quién era yo, y él me guió por un laberinto que tenía una serie de portones, lo que debió de haber sido un sistema de seguridad diseñado para proteger el oro de Ereshkigal.
Luego este guardián me ordenó a mí, Inanna, que me quitara todas mis joyas protectoras y mis vestiduras. Todos nosotros usábamos una variedad de aparatos defensivos para protegernos de la radiación. También llevaba conmigo los utensilios de cabeza con reguladores de campo y sistemas de comunicación. Mi vestido tenía su escudo de protección estándar tejido dentro de la tela. Nunca se sabe qué se puede encontrar cuando uno vuela por el espacio, o en Terra.
Al llegar al séptimo portón, se me ordenó que me quitara el vestido. No es que yo sea muy modesta, pero me empezaba a fastidiar la forma como me estaban tratando. Además, yo quería saber a dónde se estaban llevando las joyas.
Finalmente, entré en un salón donde Ereshkigal celebraba una audiencia.
Era exactamente como me lo habían contado; había un estrado de oro enorme y Ereshkigal estaba sentada sobre un trono majestuoso con diamantes incrustados. Aunque yo estaba desnuda, iba a saludar con amabilidad, cuando esos jueces con aspecto de ogros empezaron a lanzarme acusaciones de falsedad y traición. Era algo ridículo; no entendía de qué estaban hablando y tenía sed.
De repente, Ereshkigal sacó su arma de plasma y en un momento me disparó una buena dosis de radiación, más que suficiente para matarme. ¡Yo estaba asombrada! Rápidamente vi cómo yo flotaba por encima de mi precioso cuerpecito, ¡que aceleradamente cambió de su cálido tono azul a un índigo muerto!
Ereshkigal les ordenó a sus guardias que colgaran mi cuerpo en la pared como se hace en una carnicería.
Vi cómo mi cuerpo se descomponía.
Viajando en astral, seguí a mi criada, Ninshubar, que iba de regreso a Nippur, la ciudad de mi abuelo, Enlil. Observé cómo ella entraba en su templo y le suplicó que me salvara. ¡Él se rehusó! dijo que yo sabía muy bien lo que pasaría si iba allí; de todos era sabido que Ereshkigal me despreciaba.
Entonces mi criada fue a mi padre, Nannar. ¡Él también dijo que no!
Y yo seguí flotando ahí en el aire, escuchando el sermón de mi padre:
"es muy testaruda, todos sabíamos que sólo encontraría problemas al ir a buscar el marido de Ereshkigal".
¡Hasta dijo que me habían dado mi merecido! ¡Mi propio padre! ¿Tal vez habría preferido un hijo varón?
Yo todavía flotaba en aire, tratando de acostumbrarme a estar sin un cuerpo. En la mente de mi querida criada motivé un pensamiento y velozmente ella fue al Abzu de Enki. Ya tenía preparada una historia lacrimosa muy convincente y, bendito sea Enki, decidió intervenir. Él tenía algo de poder sobre Ereshkigal, pues había sido él quien le había concedido el mundo subterráneo. El hizo arreglos para que llevaran mi cuerpo a la Gran Pirámide y, con la ayuda de Ninhursag, me resucitó.
Durante tres día tuve un dolor de cabeza horrible.
Decidí nunca más volver a visitar a esa bruja y olvidarme del DNA de su marido.
Estar separada de mi cuerpo no fue algo tan funesto, pero me llevó a pensar cuánto disfrutaba de ciertas cosas, como bailar, o incluso comer. Me había apegado mucho a este cuerpo y a mi vida en Terra con los Lulus. El tiempo que estuve fuera de mi cuerpo me hizo querer mucho más a Terra. También aprendí a no confiar en nadie, excepto en mí misma.
Decidí extender mis Templos del Amor a la India meridional donde me habían dado territorios que nadie más quería.
A las orillas del río Indo construí las ciudades Mohenjo-Daro y Harappa.
La desembocadura del río Indo era el centro de comercio desde el Este en aquella época. Puse todo mi empeño y los MEs divinos para crear negocios y comercio entre Sumeria, Babilonia y Egipto y el Valle del Indo.
Me gustan los tesoros de Terra y tengo la habilidad para los negocios; soy una comerciante innata. Mis templos eran oficinas de intercambio que servían como lugares de canje y negocios con varios productos, así como de salones de aprendizaje y adoración.
Invité a mi madre, Ningal, para que me ayudara a diseñar y construir los templos. Ella tiene una pasión por la arquitectura y trajo consigo a su buena amiga, Maya, la arquitecta más famosa de nuestro tiempo, para planear Mohenjo-Daro y Harapa. Maya ya había diseñado otros templos en Sumeria pero nosotras tres queríamos superar las creaciones anteriores.
Nosotras tres construimos unas estructuras tan hermosas y valiosas que Anu y Antu vinieron a admirarlas.
Yo siempre he apreciado el lapislázuli. Sus azules profundos realzan muy bien los tonos de mi piel, pero no había suficiente para construir todos los templos, por eso le pedí a Enki que desarrollara un sustituto en sus laboratorios. En poco tiempo tenía más que suficiente lapis, y cubrí los pisos de los templos, las columnas y las tejas del techo con un nuevo lapis falso, que era mi regalo de Enki. El mármol y el oro se mezclaron elegantemente, con turquesa, malaquita y lapislázuli en ritmos geométricos.
También invité a Tara para que me ayudara en los templos. Tara es la esposa de mi amigo Matali, el piloto de Enki. A Matali no le cae muy bien mi familia; supongo que nos ha conocido como "dioses" desde hace mucho tiempo. El prefiere confiar en la Gente de la Serpiente y por eso se casó con Tara, su bella princesa de la raza serpiente.
El linaje de Tara es el más antiguo en el planeta Terra. Matali dice que la Gente de la Serpiente es mucho más sabia que la de Nibiru. Él me ha contado historias fabulosas de su reino que está en lo profundo del planeta. Se dice que juegan con frecuencias que nosotros no entendemos. La adquisición del poder material no les interesa.
Lo que sí comprendí fue que Tara era la mejor bailarina que yo había visto. Yo sabía que su estilo de baile atraería a mercaderes de todo el Este a mis templos. Ella sería una persona muy útil, de modo que la invité a entrenar las bailarinas de mi templo. Tara es una hermosa mujer de piel cremosa verde pálido y ojos oscuros almendrados que parpadean como estrellas en el cielo nocturno. Collares de perlas negras y bolitas de oro cubrían sus firmes pechos desnudos. Mi amiga Tara me ayudó a instaurar una cultura grandiosa y floreciente.
También invité a Ninhursag. Ella estaba dedicada completamente a administrar sanación a sus queridos Lulus en la pirámide. Su amor y su compasión por todos los seres vivientes la convirtieron en nuestra médico más brillante. Tenía un grupo de enfermeras maravillosas que le ayudaban, pero yo sabía que ella estaba muy sola.
Pasaba demasiado tiempo con ese hijo suyo Ninurta, lo que no era bueno para ninguno de los dos ¿Conocen el tipo de madre que chismorrea sin cesar con su hijo sobre el resto de la familia? Bueno, así era mi Nin.
Yo quería que Ninhursag fundara lo que ustedes llaman hospitales, pero nosotros vemos su medicina moderna como algo absolutamente barbárico. Nosotros usamos formas de pensamiento y frecuencias, no drogas o bisturís. Ser la única matriarca soltera en Terra le estaba saliendo caro a Nin, y yo la quería mucho. Estaba envejeciendo un poco pero ella siempre lo negaba. Nin se presentaba más competente y fresca que nunca, pero yo sabía la verdad. Yo misma me sentía un poco sola y veía con cuánto coraje ella seguía adelante.
Al observar la vida de Ninhursag, junto con mis propias experiencias, empecé a sentir comprensión por la mujer. A medida que el tiempo pasaba en Terra, los hombres de mi familia se volvían más y más dominantes. Era como si la misma atmósfera de este planeta remoto nos estuviera afectando a todos.
En las Pléyades la mujer es respetada como símbolo de la gran Diosa y es tratada con consideración. Nuestra ley prohíbe estrictamente golpear o violar a una mujer. Las frecuencias fronterizas de la Tierra aparentemente produjeron un giro de esta tradición. Nuestros hombres estaban adoptando una actitud diferente hacia la mujer.
Los hijos de Enki, guiados por Marduk, inventaron leyes que prohibían a las mujeres ciertas libertades en sus territorios. Por supuesto yo estaba enfadada y trastornada por esas leyes tan ridículas. Entonces, en mis tierras, yo enfatizaba el fortalecimiento y la mejora de la energía femenina. Decidí enseñarles a los Lulus algunos de los Misterios Pleyadianos.
Cuando Ninhursag y Enki crearon a los Lulus, dejaron algunos componentes claves inactivos. Aunque los Lulus y todos los numanos nacidos de ellos, incluyendo a los habitantes de la Tierra hoy por hoy, poseen nuestros genes, algunos de éstos no funcionan
Porque habían sido desconectados a propósito. A los Lulus se les enseñó a llamar a mi familia "divina", pero nosotros escasamente lo éramos. Los hijos de Anu son los adolescentes eternos, y palabras como ambiciosos y codiciosos nos describirían con más precisión. Intencionalmente habíamos dejado los códigos genéticos de nuestra raza trabajadora parcialmente funcionando para que fueran más dóciles.
Yo sabía que no podía interferir en el funcionamiento del ADN de los Lulus, pero nadie podía evitar que les enseñara ciertos secretos. Y como el pensamiento crea la realidad, yo esperaba que algunas de mis sacerdotisas y sacerdotes pudieran encender los "genes divinos" que están presentes en todos los Lulus y fomentar de este modo su evolución latente por medio de la secreción hormonal.
En la época actual el Samkhya es todo lo que queda de la sabiduría Pleyadiana. Samkhya es una palabra sánscrita que significa "enumerar". El concepto Samkhya sugiere que la materia está organizada a partir de dos componentes primarios, Conciencia y Energía que interactúan para crear el universo.
Es el pensamiento enfocado conscientemente lo que mueve las frecuencias de energía para que se conviertan a sí mismas en la comedia de todos los mundos infinitos e innumerables. Los físicos en su tiempo presente se están acercando a este entendimiento, pero les falta un componente y ése es el amor. No la clase de amor que han experimentado como humanos — algo limitado e imposible de predecir —, sino el amor como una fuerza primaria.
A un científico contemporáneo nunca se le ocurriría medir un estado de conciencia como el amor, pero ése es el secreto. El amor es la pieza que falta en todas las teorías de campo unificado.
El amor del Primer Creador es la causa principal de este universo y de todas las otras realidades dimensionales que existen. ¿No dicen sus maestros que el amor es la más grande de todas las virtudes? No obstante, es demasiado simple, demasiado obvio para la mayoría de las personas.
De modo que enseñé este Samkhya en mis templos. Les enseñé a mis chicas y a algunos de los hombres que querían aprender a usar sus hermosas mentes y cuerpos para traer esta fuerza, la fuerza del amor divino, a Terra, a nuestras ciudades, nuestros campos y a nuestros hijos.
Fue una época maravillosa para todos nosotros. Los negocios prosperaban. A las mujeres se les permitía tener sus propiedades y mantener su fortuna por separado si lo querían. De este modo nadie las esclavizaba. Ambos sexos eran soberanos, y los hombres eran igualmente felices. Hubo un florecimiento de la civilización y las artes. Nuestros campos eran abundantes, el comercio con Sumeria y Egipto gozaba de prosperidad y las artes de la danza, el canto, la pintura y la escultura estaban en todo su apogeo.
Los rumores de las obras arquitectónicas de Maya se esparcieron por todo el mundo.
De todos los rituales iniciados en mis templos, el rito del matrimonio era el favorito. Las sacerdotisas se vestían y preparaban a la novia, quien era educada en las artes de complacer a su marido y en métodos de asegurar la concepción cuando lo deseara. El marido también era preparado e instruido en estos asuntos.
En esos tiempos era de conocimiento general el hecho de que el mayor placer se lograba estimulando a la hembra al punto más elevado del éxtasis. La novia se convertía en el canal para toda la energía femenina en la creación y el marido se convertía en toda la energía masculina. Esa unión permitía que las fuerzas del Primer Creador y de la gran Diosa se expresaran en Terra.
El secreto de esta unión es la concentración.
Nosotros entrenábamos a la pareja para que lograra una concentración profunda mirándose mutuamente a los ojos mientras estaban realizando el acto. Cada célula del cuerpo, así como toda la conciencia del ser, debe estar allí en ese momento. Todo pensamiento debe estar enfocado en el ahora. Una mujer no puede lograr estados elevados de conciencia en esta unión si está preocupada por la lista de legumbres o alguna otra tontería. Pensar en el pasado o preocuparse por el futuro solamente debilita la experiencia.
Recetábamos vinos y elíxires para aumentar la concentración de aquellos que requerían de ayuda, pero nuestros mejores alumnos no necesitaban ningún tipo de ayuda exterior. Las energías que ellos emanaban reforzaban la fertilidad de nuestra agricultura y la felicidad de nuestro pueblo. A menudo sanaban a los enfermos.
En el Valle del Indo se amaba y se veneraba a los animales. En nuestras transacciones usábamos elefantes y bueyes. Llegamos a quererlos tanto que los venerábamos en los templos.
Yo tenía lugares destinados para que los viejos se retiraran con seguridad. Allí se les amaba y se les protegía. Los niños los visitaban con frecuencia. Muchos de los Lulus todavía conservaban el don de hablar con los animales y se les buscaba para que entrenaran a los elefantes, al búfalo asiático, a los bueyes, leones, gacelas y toda clase de animales.
Hasta hoy mis ojos se llenan de lágrimas cuando recuerdo a mis dos leones domésticos. Estas criaturas me amaban con todo su corazón y fueron una gran bendición para mí. La sabiduría que me enseñaron nunca me dejará. El macho me permitía montar sobre su lomo por las calles y nunca me abandonaba. La hembra me cuidaba con los instintos firmes de una madre.
Estoy segura de que nunca sentí tanto amor y lealtad como los que ellos me brindaron.
Después de unos cuantos cientos de sus años, empecé a perder el encanto de establecer una nueva civilización en el Valle del Indo.
Los negocios marchaban bien, los templos estaban construidos, y mis sacerdotisas estaban tan bien entrenadas que ya podían manejar las cosas sin mí. Mi amigo Matali me llevaba con frecuencia a la ciudad sumeria de Uruk para controlar las entregas de grano y cosas así. Extrañaba Sumeria, Egipto y el Abzu de Enki. Mis ciudades no eran tan sofisticadas; no tenía puerto espacial con acceso a la estación en órbita. Me sentía como si estuviera estancada en el interior del país.
Además, no tenía marido. Matali decía que por fortuna no estaba casada con ninguno de mis parientes, ¡pues él no los tenía en muy alta estima!
Mientras este dilema me dejaba perpleja, se me ocurrió una magnífica idea. Allá en Uruk, Anu estaba otorgando los poderes de monarquía a algunos de los Lulus más sobresalientes de la época. Anu les delegaba un poder limitado a aquellos que gobernaban las ciudades. Les dimos a los Lulus control sobre los asuntos humanos que carecían de importancia para nosotros.
La monarquía se estaba convirtiendo en una parte importante en la nueva vida de Terra. ¿Por qué no podía ser yo la encargada de otorgar este poder? Si podía convencer a Anu de que yo podía reemplazarlo, él no tendría que preocuparse por todo eso y tendría más tiempo para sí y para las fiestas de Antu. Yo sabía que a Antu le gustaría la idea.
Antu siempre me había querido y yo había esculpido su rostro en las estatuas de las diosas de mis templos. El hecho de ser la hermana de Anu le había otorgado un poder incuestionable y tenía conexiones políticas por toda la galaxia. A Antu nunca pareció incomodarle el flujo continuo de concubinas de Anu. Yo siempre sospeché que ella sabía sumergirse en estados de conciencia extáticos. ¡Es una dama tan feliz, llena de lo que llaman joie de vivre!
Con el fin de convencer a Anu y a Antu de que yo era la persona indicada para escoger los reyes, construí un templo en Uruk. El templo en sí estaba dedicado a Anu. En la parte interior, el área más importante, coloqué una cama de oro sólido con el nombre de Antu grabado visible y bellamente sobre ella. La cama estaba elevada sobre un estrado y estaba soberbiamente adornada con flores frescas y sedas flotantes. Este templo en Uruk se llamaba la Morada de Anu.
Pero la cama que estaba dentro del lugar sagrado le representaba a todos a qué mujer escuchaba Anu. ¡Qué detalle! ¡A ambos les encantó! Cuando les pedí que me concedieran el derecho de otorgar la monarquía, ambos accedieron. Claro que yo le debía informar a Anu sobre mis decisiones.
Mi bisabuela Antu estaba feliz con las perspectivas de mi nueva carrera.
¿Y qué mejor manera de encontrar un marido?
Marduk, el hijo mayor de Enki, es el último hombre en la galaxia a quien yo querría como marido. Enki amaba la vida y a las mujeres de todas las razas y por eso engendró muchos, muchos hijos, los cuales competían entre sí por tierras, reinos, ejércitos y riqueza.
Mi esposo Dumuzi era el más joven de los hijos principales, pero ya estaba muerto y no representaba una amenaza para ninguno de los otros. Nergal, casado con mi media hermana Ereshkigal, era el segundo en la línea del poder. Enki llegó hasta engendrar un hijo con su nuera Ereshkigal. Quizás fue así como ella recibió las Antípodas, donde Nergal reinaba con ella.
Enki tuvo muchísimos otros hijos que llegaron a ser un verdadero nido de víboras de hermanos y hermanas.
Aparece en escena Marduk, quien reclamaba todo para sí mismo. Algunos podrían pensar que Marduk era de Marte, pero cualesquiera que fueran sus genes reales, nació como un tirano reptil innato. Salió de la matriz de su madre calculando cómo iba a controlar cada cosa y a cada persona. Todos los rasgos reptiles clásicos convergen en un gran Marduk.
Es muy alto, de ojos rojos penetrantes y piel amarilla olivácea que es un poco escamosa. Tiene vestigios de agallas en las mejillas. Nació con una cola como su padre Enki, pero más tarde se la hizo quitar por medio de cirugía láser. Él alegaba que la cola le estorbaba, pero todos sabíamos que su vanidad lo había obligado a hacérsela cortar.
A muchos les parece que Marduk es exquisitamente bello, fríamente magnífico y que tiene una mente brillante y la concentración de una cobra. Él sí posee una especie de belleza, si a uno le gusta esa especie.
Los hijos de Enki siempre estaban discutiendo entre sí, incluso cuando eran niños. Cuando Enki y su hermano Enlil luchaban por el poder, también lo hacían sus hijos. Pudo haber alianzas temporales, pero tarde o temprano el uno quería imponerse sobre el otro y los hermanos llegaban a los golpes. Cuando eran niños, algunos de los muchachos recibieron horribles heridas de esas armas de plasma de juguete.
Algunas de las madres rivales les enseñaban a sus hijos a colocar formas de pensamiento de demonios imaginarios en los sueños de los otros pequeños. Las mujeres aprendieron que si los hijos se mantenían en el poder, también lo harían ellas. Empezaron a descuidar a sus hijas y sólo se preocupaban por buscar matrimonios poderosos para las pobres.
Una reunión familiar a menudo era un desastre y a veces llegaba a convertirse en un motín. Los muchachos peleaban y sus madres los azuzaban. Normalmente Enki se retiraba en medio del temor y el desespero. Nunca le gustó disciplinar a nadie.
Después de mucha pugna y engaño, a Marduk se le dio Egipto para que lo gobernara. Enki prefirió quedarse en el Abzu trabajando en sus proyectos genéticos, de modo que le entregó el dominio del río Nilo y los territorios adyacentes a su Señoría Marduk.
Inmediatamente Marduk empezó a construir enormes estatuas monolíticas de sí mismo por todas partes. Estas obras de arte aumentaban su belleza y tenían como fin intimidar o aterrorizar a los Lulus. El mandato por medio de la intimidación era el código de Marduk. Todos los tiranos de la historia de la Tierra de un modo u otro se inspiraron en el primogénito de Enki.
Como Egipto era el dominio de Enki, su prole quedó encargada de regular los patrones climáticos alrededor del Nilo. De este modo se controlaba el suministro de agua y se evitaban las inundaciones. En Nibiru el control del clima se hace por medio de reguladores de frecuencia. En Terra un satélite en forma de disco de electroplata y oro cruzaba los cielos y, por medio de emisiones magnéticas que ustedes todavía no conocen, se regulaban las cantidades de agua y la formación de nubes.
Este procedimiento hizo que los Lulus pensaran que nosotros controlábamos el sol y que nosotros éramos dioses a los que ellos debían adorar. A Marduk le encantó esta idea y se autodenominó el Dios del Sol, Ra, y por todo Egipto fundó templos donde se le adoraba. Él era sumamente presumido y siempre quería salirse con la suya.
Dios Sol, el Brillante, Poseedor de Cielo y Tierra y casi todo título que se les daba a los otros dioses Marduk se lo apropiaba tarde o temprano. Hasta Enki le tenía miedo. Parecía que Marduk tenía el poder de someter la mente de Enki; ejercía una especie de control mental sobre su padre.
De algún modo toda la fuerza de Enki se transfería a Marduk, lo que dejaba a Enki impotente.
A la gran pirámide de Giza la llamábamos el Ekur, una palabra que quiere decir casa que es como una montaña. Enki y sus hijos construyeron este Ekur en Giza. Marduk escogió el sitio y Ningishzidda, el hijo de Enki y Ereshkigal, instaló la tecnología Pleyadiana adentro.
La pirámide era el generador principal de poder que usábamos en todos nuestros vehículos espaciales, los discos que controlaban el clima y los sistemas de comunicación. En esa época las transmisiones de las Pléyades, de nuestro planeta Nibiru y de la estación de órbita, llegaban al Ekur. Aquel que controlaba la gran pirámide ejercía el poder en la familia.
Marduk y Nergal empezaron a luchar por el control del Ekur.
Marduk hizo clones de sí mismo y formó un ejército de guerreros feroces y matones, grandes de estatura y fácilmente reemplazables. Con estas legiones de clones atacó los ejércitos de Nergal y sobrevino la guerra. Cuando los hijos de Marduk lograron apoderarse del Ekur, los venció la ambición y la avaricia. Empezaron a reñir entre ellos mismos y movieron sus legiones hacia el portal espacial que pertenecía a Enlil el hermano de Enki. Este atropello provocó a Enlil y a toda la familia y dio origen a una larga y sangrienta guerra familiar que terminó dividiendo a la familia de Anu en dos bandos definidos, los Enlilitas y los Enkitas.
Enlil no aceptaba que los hijos de su hermano rival Enki controlaran el Ekur y el puerto espacial. No quería entregarles el manejo de las comunicaciones entre las Pléyades, Nibiru y la estación orbital a los Enkitas. Enlil y sus hijos se pusieron a la altura de las circunstancias. Se escogió a Ninurta como jefe de las fuerzas enlilitas contra Marduk. Ninurta siendo el hijo de Enlil y Ninhursag, vivía para complacer a su padre, ejecutaba sus órdenes de una manera obsesiva y usualmente tenía éxito. Siempre me pareció que Ninurta era una persona muy rara, excesivamente egocéntrico y resentido, una especie de niño mimado.
Como era el centro de atención de su madre, creció con algunas características insoportables. Cuando éramos niños Ninurta y yo peleábamos violentamente. Pero esta vez estábamos peleando juntos en el mismo bando. Como nieta de Enlil, yo soy enlilita de nacimiento. Vi con agrado que el hijo de Ninhursag saliera victorioso en las batallas para el bando de mi familia.
Mi propio padre Nannar también comandaba ejércitos. Yo insistí en ir a la batalla. Había alcanzado el nivel de Halcón Dorado en el conocimiento de las armas. Luché al lado de Ninurta y una vez le llevé un arma que necesitaba con urgencia. ¡Sospecho que fue la única vez que se alegró de verme!
La guerra fue inefablemente espantosa y usamos a los Lulus como soldados. De vez en cuando las grandes ondas de radiación llegaban a pueblos enteros y Lulus inocentes morían en cantidades. Muchos más murieron de hambre en el dominio africano de Nergal porque Ninurta evaporó todas las aguas en los ríos y chamuscó las tierras con fuego de plasma.
Ninurta también usó lo que ustedes llamarían guerra química; el terrible misil Madhava envenenaba todo lo que encontraba a su paso. Había muchos tipos de armas destructivas, pero la más ingeniosa de todas era el arma Ruadra. Ésta producía un holograma de enormes ejércitos de monstruos y demonios que atacaban armados con pistolas de plasma y que emitían gritos espeluznantes de guerra. Los Lulus de Marduk nunca se imaginaron que se trataba solamente de una aparición, de modo que se dieron vuelta y huyeron dejando que los clones solos se enfrentaran a las legiones de Ninurta.
Al final de la guerra, Ninurta logró inundar el Abzu, obligando a Enki y a sus hijos a retirarse a la gran pirámide.
Empleando la protección del Ekur, los enkitas generaron una pared de luz venenosa alrededor del complejo. Esta pared era un campo energético estimulado por las enormes capacidades de la gran pirámide. Ningún arma de las nuestras podía penetrarla.
Ninurta emplazó a mi hermano gemelo, Utu, y le ordenó que le cortara todos los suministros de agua al Ekur. Sin agua no podrían sobrevivir por mucho tiempo. El desespero obligó a uno de los hijos menores de Enki a escapar para buscar agua, pero en su osado intento el arma ingeniosa de Ninurta lo dejó ciego.
Un miembro de la misma familia le hizo mucho daño a otro, lo que no había ocurrido antes. Hasta Marduk había utilizado asesinos para matar a mi esposo Dumuzi.
Entonces intervino Ninhursag. Ya había visto demasiado. Era algo muy vil que estuviéramos degollando sus Lulus, pero matar y lisiar a los miembros de nuestra propia familia era algo intolerable.
Le ordenó a su hijo Ninurta que le diera un vestido de protección contra la radiación y lentamente se acercó al Ekur. Nadie se atrevía a hacerle daño a Ninhursag, ni siquiera Marduk. Ella es la hija de Anu y pueden estar seguros de que Enki se sintió muy nervioso cuando ella le ordenó que bajara la pared venenosa.
Empezaron las negociaciones de paz. Ninhursag le informó a Enki y a sus hijos que Anu le había dado autoridad para poner fin a esta locura. Se le ordenó a Enki que inmediatamente se rindiera ante Enlil. Enki buscó a Marduk para pedirle consejo y éste aceptó.
En esos tiempos Marduk todavía le tenía miedo a Anu.
Fuente : http://www.bibliotecapleyades.net/sumer_anunnaki/regreso_inanna/regresoinanna.htm#CONTENIDO
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