05 junio, 2012

Cuidad de Dios

“Hay un aroma que antecede a la entrada del “tiempo único” que es igual al que debería surgir de una flor, pero cuya presencia no existe. Descubrimos que esa deliciosa emanación, que parece surgir de la nada, se desprende de un esfuerzo personal. Aquel que realizamos para sostenernos de pie, resistiendo la energía inercial de un universo que nos devora o somete”.


El hombre "despierto" 

Se requerirá de una fortaleza insospechada para poder detener la inercia voraz que nos impulsa desde el comienzo del tiempo. Y que en la actualidad nos disfraza de lo que creemos ser, otorgándonos la transitoria identidad de un “Yo” ficticio. Pero que en realidad sólo es la energía del universo reaccionando, desde los confines del tiempo.

De ese tiempo que jamás debió ser escindido de la eternidad, para transformarse en inicio, desarrollo y final; o en pasado, presente y futuro. Cobrando cantidad en lugar de calidad. Generando extensión virtual en lugar de un pequeño espacio verdadero. Perdiendo esa conexión viva que otorga al ser el alimento divino. La savia que se desprende del vientre de Dios. Que yace en el tiempo único, dentro de La Ciudad de Dios.

El destino es la dirección que cobra ese misterioso impulso inicial, que viene yendo por el espacio-tiempo.
Todo aquel que no pueda contrarrestar la poderosa fuerza de esa energía, no logrará salir del “corredor” por el que siente que ha elegido transitar, pero que en realidad se ve obligado a recorrer. Lo que le otorga su condición de esclavo.
Y es así que deberá asumir su existencia, en la que su andar será determinado por ese impulso primero.

Encontraremos hombres que arriban al “hoy” traídos desde el inicio del tiempo por el impulso de libertad, o por cualquier impulso que lo separó de su centro original. 
Así, como un trozo de  madera se separa del barco hundido, y flotando con rumbo inmodificable, arriba a su único destino:
La arena húmeda de la costa.
En este ser la búsqueda de la libertad lo marcará por un impulso, y no por conciencia.
Será esclavo de su búsqueda. 
Sin embargo, aquel que lo es por conciencia, o sea, resistiéndose a la inercia del impulso, será un hombre libre dentro de su esclavitud.

Imposible será para la madera, contrarrestar la fuerza de la marea, para regresar a su forma original. Su verdadera esencia.
Su destino tendrá una dirección, y es la tierra. Ser el resto inservible de un barco hundido.
El hombre “dormido” es el despojo de un milenario naufragio.

Así mismo, el hombre que arriba al presente, con el impulso que sea: sea de libertad, de conocimiento, de entrega, de ignorancia, o como también el de liberar a una nación entera, cumple con un destino determinado. Por el que se encamina ciego, sin poder salir de ese “corredor” espacio-tiempo, trazado por el impulso. Movilizado por una fuerza que lo entrega a la costa, o al logro. 
Fuerza que no es de él, que no ha elegido, dado que viene con la “marea”.  

El proceso del “despertar” comienza cuando el hombre se yergue en el “corredor” del espacio-tiempo y comienza a soportar los terribles embates del impulso original, de la inercia.  Para ello deberá arribar a un “yo” único, capaz de controlar a su beneficio la poderosa fuerza del destino.
Y si el destino lo conduce por inercia al puerto del fracaso, resiste. Dado que deberá comprender que ése no es su verdadero calvario. El que proviene del tiempo único.
Y si el destino lo conduce por inercia al puerto del éxito, resiste también, dado que esa no será su verdadera felicidad. La que surge de la conexión con Dios.
De ahí que muchos seres exitosos se sientan vacíos y desdichados, y otros felices al enfrentar su fracaso.

Se deberá, en este ejercicio de resistir todo impulso que nos anteceda, descubrir la entrada al “tiempo único”. 
Conexión directa con la eternidad. Manantial del que surgirá la conducta justa, a-causal, no reactiva.
En cuyo caso, cada acto, ahora conciente, será una flecha que dará siempre en el blanco.


AXSER
 
 
Fuente: http://ciudaddedios-axser.blogspot.com
 

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